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Volver a Portugal: entre Lisboa, Oporto… y sin ropa de invierno

22 de noviembre de 2025 por
Legrand

Volver a Portugal: entre Lisboa, Oporto… y sin ropa de invierno

Regresar a Portugal por segunda vez es como reencontrarte con ese amigo que siempre te recibe con una sonrisa… y con comida deliciosa. Esta vez el viaje tuvo doble parada: Lisboa y Oporto, dos ciudades que comparten idioma y bandera, pero que sienten muy distinto cuando caminas por ellas (y te pierdes, en mi caso, con bastante facilidad). Cada una tiene su personalidad bien marcada: Lisboa es la amiga hiperactiva que te arrastra a explorar colinas, callejones y miradores; Oporto es la que te sienta a conversar con calma mientras te sirve una copa de vino. Y yo, por supuesto, feliz con ambas.

Lisboa: colinas, tranvías y el cardio que nadie pidió

Lisboa volvió a recibirme con sus cuestas infinitas, esas que te hacen pensar que tal vez deberías haber venido con las rodillas de repuesto. Pero todo se perdona cuando subes a un mirador y la ciudad te regala esa luz dorada que parece sacada de una película romántica. Y claro, entre el sol, el Tajo y la brisa, uno se siente protagonista… hasta que recuerda que sigue jadeando por la subida.

Los tranvías siguen siendo igual de encantadores… y peligrosos para quienes se distraen tomando fotos. No voy a decir nombres, pero cof cof todos sabemos quién soy. Subir a uno de esos tranvías es como viajar en el tiempo, pero con banda sonora de turistas emocionados.

Y los pastéis de Belém… bueno, esos siguen siendo la verdadera razón por la que uno vuelve. Yo digo que voy por la arquitectura y la historia, pero mi estómago y yo sabemos la verdad. Uno nunca se come solo uno. Nunca.

Oporto: vino, azulejos y una brisa que enamora

Oporto tiene otro ritmo, más pausado, más íntimo. Es una ciudad que huele a historia, a río y, sobre todo, a vino (del bueno). Las calles empedradas, las fachadas cubiertas de azulejos y ese aire melancólico te envuelven sin prisa, como si la ciudad quisiera contarte un secreto.

Entre catas, paseos por la Ribeira y miradas curiosas en cada esquina, uno siente que la ciudad te abraza. Y cuando cruzas el puente Luis I al atardecer, entiendes por qué todo el mundo habla maravillas de este lugar. El cielo se tiñe de naranja, el río se vuelve un espejo, y tú… bueno, tú intentas sacar fotos sin parecer demasiado turista, pero fracasas con estilo.

Es uno de esos momentos que te hacen guardar silencio… y luego tomar veinte fotos porque somos humanos.

Conclusión: Portugal es de esos lugares que te atrapan

Volver por segunda vez solo confirmó lo que ya sospechaba: Portugal tiene magia. Lisboa te acelera, Oporto te calma, y entre las dos ciudades uno acaba encontrando un equilibrio perfecto… incluso si viajaste sin ropa de invierno.

Prometo que habrá una tercera vez. Y probablemente una cuarta. Y sí, si sigo comiendo pastéis, tendré que viajar sin ropa de invierno… pero por otras razones.

Legrand 22 de noviembre de 2025
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