A llorar que se perdió el tete

A llorar que se perdió el tete
Me miro en el espejo y me digo a mi mismo «coño que eres hombre», pero…… ¿Acaso los hombres no lloran? 
Si me coge Agostina en esta gracia, me diría «pareces una mina»; pero ¿acaso un hombre que haya vivido 28 años de su vida encerrado en su país, con desconocimiento total del mundo exterior, conviviendo el día a día con su familia, rodeado de amigos y de gente conocida, no puede llorar un fin de año al verse a 7.155.67 km y a 6 horas de vuelo de su familia?

Cuando apenas restan horas para la llegada del 2016, y haciendo la compra para la cena de mañana; pienso en La Habana, en mi tierra, en casa, en mi familia, en mis amigos (los de toda la vida y los nuevos), en mis vecinos, en la peluquería. En los preparativos de la cena; la gente comprando sus turrones, la pierna o lomo de puerco (según el gusto de cada familia) para asarlo. Ah, y las cervezas que no le pueden faltar, nada de cañas, ni claras, ni oscurascerveza de la buena.

Yo tendría casi listo el muñeco de tela, armado con la ropa más vieja de cada miembro de la familia para quemarlo a las 12 para dejar atrás todo lo malo del año; tendría lista la maleta para darle la vuelta a la manzana a ver si en el año que comenzaba se me daba un viaje, y el regalo para el amigo invisible ya en su envoltura.

Estaría llamando por teléfono desde ya a todos mis amigos, conocidos y familia, aprovechando que la comunicación aún está buena porque ya para la tarde, no hay quién se comunique con nadie. Recuerdo en una oportunidad en la que haciendo uso de la tecnología comencé a mandar mensajes de felicitación a través del celular a mis amistades y aún era día 2 de enero y no les había llegado mi felicitación. Hubo también una historia de una amiga que le llegó un mensaje días después del 31 de diciembre de una señora llamada Laura, que no sabía ni quién era; pero además era un mensaje del Fin de Año de 1995; de cuando era un lujo usar teléfono móvil, y comprar un chip de teléfono costaba 100 dólares

Muchas historias, muchos recuerdos a 7.155.67 km y a 6 horas de vuelo de aquí desde donde estoy; mucho recuerdos que me vienen hoy a la mente y los tengo latentes mientras hacía la compra de la cena de navidad.

¿Cómo no extrañar a los míos? ¿Cómo no llorar?

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